HEDONISMO SOSTENIBLE

25/6/07

Escoria estelar


Lo de hoy es un poco largo, pero creo que merece la pena. Es del capítulo 37 de "La Conexión Cósmica", un libro de Carl Sagan


Una fábula:

Sucedió una vez, hace diez o quince mil millones de años, que el Universo no tenía
forma. No había galaxias. No había estrellas. No había planetas. Y no había vida.
Reinaba la obscuridad sideral. El Universo era hidrógeno y helio. La explosión del
Big Bang había acabado y los fuegos de aquel acontecimiento titánico –bien la
creación del Universo, o bien las cenizas de una anterior encarnación del mismo–
tronaban débilmente a través de los corredores del espacio.
Pero los gases de hidrógeno y helio no se hallaban adecuadamente distribuidos.
Aquí y allá, en la gran obscuridad, por accidente, se amontonaba una cantidad de
gas mayor que la regular. Tales grupos gaseosos aumentaban de manera
imperceptible a costa de lo que les rodeaba, atrayendo gravitacionalmente cada vez
más y más cantidades de gas cercano. A medida que estas acumulaciones de gas
aumentaron en su masa, sus partes más densas, gobernadas por las inexorables
leyes de la gravitación y de conservación del momento angular, se contrajeron
haciéndose más compactas, a la vez que giraban cada vez a más velocidad. En el
interior de estas grandes bolas giratorias y remolinos de gas, se condensaban
fragmentos más pequeños de una mayor densidad; estos fragmentos se hicieron
pedazos, formando miles de millones de contraídas bolas de gas más pequeñas.
La contracción condujo a violentas colisiones de los átomos en los centros dé las
bolas de gas. Las temperaturas se hicieron tan altas que los electrones se
desprendieron de los protones en los átomos de hidrógeno constituyentes. Como los
protones tienen cargas eléctricas positivas, se rechazan mutuamente. Pero con el
tiempo las temperaturas en los centros de las esferas de gas llegaron a ser tan
grandes que los protones chocaron con extraordinaria energía, una energía tan
enorme que se llegó a penetrar la barrera de rechazo eléctrico que rodea al protón.
Una vez producida esta penetración, las fuerzas nucleares –las que mantienen
unidos el núcleo de los átomos– se pusieron en marcha. Del gas de hidrógeno
simple se formó el átomo más cercano en complejidad, el helio. En la síntesis de un
átomo de helio entre cuatro átomos de hidrógeno, hay una pequeña cantidad en
exceso de energía sobrante. Esta energía, atravesando la esfera de gas, alcanzó la
superficie y se irradió al espacio. La esfera de gas se encendió y se formó la primera
estrella. Hubo luz en la faz celestial.
Las estrellas evolucionaron durante miles de millones de años, transformándose
lentamente el hidrógeno en helio en sus profundos interiores, convirtiendo a la vez la
diferencia de masa en energía, e inundando de luz los cielos. En aquellos momentos
no había planetas que recibieran la luz, y ninguna forma de vida admiraba el
resplandor del cielo.
La conversión de hidrógeno en helio no pudo continuar de modo indefinido. Por
último, en los ardientes interiores de las estrellas donde las temperaturas eran
suficientemente altas como para vencer a las fuerzas de rechazo eléctrico, se
consumió todo el hidrógeno. Se atizó el fuego de las estrellas. Las presiones
interiores ya no pudieron soportar el enorme peso de las superpuestas capas de las
estrellas. Entonces las estrellas continuaron su proceso de colapso, que había sido
interrumpido mil millones de años antes por los fuegos nucleares.
Al producirse una mayor contracción, se alcanzaron temperaturas más elevadas,
temperaturas tan altas que los átomos de helio –cenizas de épocas anteriores de
reacción nuclear– se convirtieron en útiles como combustible estelar. En el interior
de las estrellas se dieron reacciones nucleares más complejas, a la vez que las
estrellas aparecían como hinchadas, como estrellas gigantescas y rojas.
El helio se convirtió en carbono, el carbono en oxígeno y magnesio, el oxígeno en
neón, el magnesio en silicio, el silicio en azufre, y hacia arriba a través de la escala
de la tabla periódica de los elementos, una masiva alquimia estelar. Grandes y
complicados laberintos de reacciones nucleares formaron algunos núcleos. Otros se
unieron para formar núcleos mucho más complejos. Y otros se fragmentaron o
combinaron con protones para formar núcleos sólo ligeramente más complejos.
Pero la gravedad en la superficie de las estrellas gigantes es baja, porque las
superficies se desarrollaron a partir de los interiores. Las capas exteriores de las
gigantes rojas se disiparon lentamente en el espacio interestelar, enriqueciendo al
vacío entre las estrellas con carbono, oxígeno, magnesio y hierro, y con todos los
elementos más pesados que el hidrógeno y el helio. En algunos casos, las capas
exteriores de la estrella se desprendían como si fuesen las sucesivas telas de una
cebolla. En otros casos, una colosal explosión nuclear sacudió a la estrella lanzando
al espacio a inmensa velocidad la parte más exterior de la misma. Bien por fuga o
explosión, por disipación lenta o rápida, el material estelar se expandió al espacio
como fino gas del que se habían formado las estrellas.
Pero aquí ya estaban naciendo generaciones posteriores de estrellas. Una vez más,
las condensaciones del gas trazaron sus piruetas de gravitación para más tarde
convertirse en estrellas. Pero estas nuevas y segundas generaciones estelares se
enriquecieron en elementos pesados, patrimonio de sus precedentes. Entonces, al
formarse nuevas estrellas, también se formaron cerca de ellas más condensaciones
pequeñas, condensaciones demasiado pequeñas como para producir fuegos
nucleares y convertirse en estrellas. Eran pequeñas agrupaciones de materia fría,
muy poco densas, que se formaban lentamente a causa de la rotante nube, para ser
iluminadas más tarde por los fuegos nucleares que ellas no habían podido generar.
Estas agrupaciones de poca importancia se convirtieron en planetas: algunos,
gigantescos y gaseosos, compuestos en su mayor parte por hidrógeno y helio, fríos
y alejados de su estrella madre; otros, más pequeños y más calientes, perdiendo el
conjunto de su hidrógeno y helio a causa de una lenta fuga al espacio, formaron una
clase diferente de planeta, rocoso, metálico y con superficie dura.
Estos restos cósmicos más pequeños, congelándose y calentándose, liberaron
pequeñas cantidades de gases enriquecidos con hidrógeno, atrapado en sus
interiores durante el proceso de formación. Algunos gases se condensaron en la
superficie formando las primeras atmósferas –atmósferas diferentes a la actual de la
Tierra, compuestas por metano, amoníaco, sulfuro de hidrógeno, agua e hidrógeno–,
una desagradable e insoportable atmósfera para los seres humanos. Pero ésta no es
todavía una historia sobre seres humanos.
La luz estelar cayó sobre esta atmósfera. El Sol impulsó y dirigió las tormentas
produciéndose truenos y relámpagos. Los volcanes entraron en erupción y la lava
ardiente calentó la atmósfera cerca de la superficie. Estos procesos destrozaron las
moléculas de una atmósfera primitiva. Pero los fragmentos se unieron para formar
moléculas cada vez más complejas, cayendo en los primeros océanos, y allí,
relacionándose unas con otras, desplomándose por casualidad sobre terrenos
arcillosos, en vertiginoso proceso de rotura, de resíntesis, de transformación,
moviéndose lentamente hacia moléculas de una mayor complejidad, obedeciendo a
las leyes de la física y la química. Al cabo del tiempo, los océanos alcanzaron
consistencia de un caldo diluido y cálido.
Entre las numerosas especies de moléculas orgánicas complejas que se formaban y
disipaban en este caldo, surgió, cierto día, una molécula perfectamente capaz de
formar copias de sí misma –una molécula que dirigía débilmente los procesos
químicos de su vecindad para producir moléculas como ella–, una molécula patrón,
una molécula heliográfica, una molécula autorreproductora. Esta molécula no era
muy eficiente. Sus copias eran inexactas. Pero muy pronto obtuvo significativa
ventaja sobre las otras moléculas en las tempranas aguas. Las moléculas que no
podían copiarse a sí mismas no lo consiguieron. Las que podían hacerlo sí lo
hicieron. El número de moléculas aumentó así considerablemente.
A medida que transcurría el tiempo, el proceso de copia se fue haciendo más exacto.
Otras moléculas se reprocesaron en las aguas para formar piezas de rompecabezas
que se adaptaron a las moléculas que producían copias. La pequeña ventaja, la
imperceptible ventaja estadística de las moléculas que podían copiarse a sí mismas,
se transformó pronto en proceso dominante en los océanos mediante el cálculo de la
progresión geométrica.
Surgieron sistemas reproductores cada vez más elaborados. Los sistemas que
copiaban mejor producían más copias. Los que copiaban pobremente producían
menos copias. Pronto, la mayor parte de las moléculas se organizaron en
estructuras moleculares, en sistemas privados. No se trataba de que algunas
moléculas llegaran a tener una idea o sentir una necesidad, deseo, o aspiración;
simplemente, tales moléculas que producían copias continuaron haciéndolo y muy
pronto la superficie del planeta se transformó por el proceso de copia. Con el tiempo,
los mares se llenaron de estas moléculas que formaban estructuras, metabolizando,
multiplicándose... y repitiendo estos procesos una y otra vez. Luego surgieron
sistemas más complicados, las estructuras moleculares comenzaron a actuar
moviéndose hacia donde los cimientos de copia eran más abundantes, evitando a
las estructuras moleculares que incorporaban a sus vecinos. La selección natural
llegó a ser un tamiz molecular, eligiendo las combinaciones de moléculas mejor
dotadas para una posterior multiplicación.
Mientras tanto, se establecían los cimientos, los alimentos, las piezas para copias
posteriores, principalmente mediante la luz solar, los relámpagos y los truenos, todo
ello guiado por la cercana estrella. Los procesos nucleares en el interior de las
estrellas fueron los que dieron impulso a los procesos planetarios que condujeron a
una vida sostenida.
A medida que se fueron agotando los alimentos, surgió de nuevo una nueva especie
de estructura molecular capaz de producir principios moleculares internos, lejos del
agua, del aire y de la luz del Sol. A los primeros animales se unieron las primeras
plantas. Los animales se convirtieron en parásitos de las plantas como ya lo habían
sido en un principio en el maná estelar caído de los cielos. Las plantas cambiaron
lentamente la composición de la atmósfera; el hidrógeno se perdió en el espacio, el
amoníaco se transformó en nitrógeno y el metano en anhídrido carbónico. Por
primera vez, se producía el oxígeno en la atmósfera en cantidades importantes, el
oxígeno, un gas venenoso capaz de convertir todas las moléculas orgánicas
autocopiadoras en gases simples como el agua y el anhídrido carbónico.
Pero la vida tropezó con este supremo reto. En algunos casos horadando o minando
hacia medios ambientes en los cuales el oxígeno estaba ausente, pero –en las
variantes de más éxito– evolucionando no sólo para que sobreviviese el oxígeno,
sino también para usarlo en el más eficaz metabolismo de alimentos.
Evolucionaron el sexo y la muerte procesos que aumentaron notablemente el
proceso de selección natural. Algunos organismos evolucionaron en sus partes
duras, crecieron y sobrevivieron en el terreno. Se aceleró el proceso de producción
de formas mucho más complejas. Evolucionó también el vuelo. Enormes bestias de
cuatro patas atronaban las humeantes selvas. Surgían pequeñas bestias y
sobrevivían entre astucias y rapidez de la vida en períodos que se iban
acrecentando cada vez más.
Mientras tanto, el clima también variaba. Ligeros cambios en la producción de luz
solar, movimiento orbital del planeta, nubes, océanos y casquetes polares, todo ello
provocaba cambios climáticos aniquilando así grupos enteros de organismos y
provocando la formidable proliferación de otros grupos al principio insignificantes.
Y entonces... la Tierra se enfrió un tanto. Los bosques iniciaron su retirada.
Pequeños animales arborícolas descendían de los árboles para buscarse un modo
de vida en las llanuras. Se irguieron y usaron herramientas. Se comunicaban
produciendo en el aire ondas de comprensión con sus órganos de respiración y
nutrición. Descubrieron que el material orgánico a temperatura suficientemente alta
se combinaba con el oxígeno atmosférico para producir el plasma ardiente y estable
llamado fuego. Mediante una interacción social, se aceleró el aprendizaje post
partum. Se desarrolló la caza comunal, se inventó la escritura, las estructuras
políticas, la superstición y la ciencia, la religión y la tecnología.
Y entonces, un día, llegó una criatura cuyo material genético no era muy diferente de
las estructuras moleculares reproductoras de cualquier otra clase de organismos del
planeta, que dicha criatura llamó Tierra. Pero era capaz de reflexionar sobre el
misterio de su origen, de estudiar el extraño y tortuoso sendero por el cual había
surgido desde la materia estelar. Era el material del Cosmos contemplándose a sí
mismo. Consideró la enigmática y problemática cuestión de su futuro. Se llamó a sí
mismo hombre. Y ansió regresar a las estrellas.

escoria.

(Del lat. scorĭa).

1. f. Sustancia vítrea que sobrenada en el crisol de los hornos de fundir metales, y procede de la parte menos pura de estos unida con las gangas y fundentes.




Todo es escoria estelar.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

buenos dias!! uf! creo que ya leeré en otro momento el texto de sagan que estoy de calenton con las mates y aguas..mañana ya acabo wipiiiiiiiiiiiii, por una de estas casualidades de la vida he aprobado la parte d emoreno asin que ya no tengo que comer mas de su puñetera mierda jajja!

sales mañana jueves??
supongo que la liaremos

un bexooo

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